COVID-19: lo mejor y lo peor pueden estar por venir

Nociones Corales
4 agosto, 2020

Por Virgilio Gregorini para la Fundación Tejido Urbano

“Esta crisis sanitaria y económica que vivimos por el COVID-19 puede potenciar la profunda deuda social que teníamos, o puede ser el punto de partida para iniciar una real y profunda transformación social que promueva un verdadero desarrollo que nos incluya a todos.”

En Argentina, casi 4 personas de cada 10 viven en pobreza por ingresos y 1 de cada 10 lo hace en los más de 4400 asentamientos, sin agua, sin luz y sin saneamiento adecuado, y en viviendas precarias en su mayoría.

Por Virgilio Gregorini¹

Vengo siguiendo con muchísima preocupación lo que está pasando debido a la pandemia. Me preocupa el virus y sus particulares características que están poniendo de rodillas al mundo entero.

Sin embargo, lo que más me preocupa es la tremenda amenaza que hay en la cruda realidad social de nuestro país y continente. En Argentina, casi 4 personas de cada 10 viven en pobreza por ingresos y 1 de cada 10 lo hace en los más de 4400 asentamientos, sin agua, sin luz y sin saneamiento adecuado, y en viviendas precarias en su mayoría. Sí: de mínima, 4 millones de personas viven sin posibilidades estructurales de seguir las recomendaciones de higiene y aislamiento establecidas. 4 de cada 10 trabajadores son informales, los cuales pasaron a tener cero o casi cero ingresos autogenerados.

Los Gobiernos han reconocido este problema y anunciado medidas, la mayoría bien orientadas. Sin embargo, creo profunda y lamentablemente que subestiman el problema y sobreestiman su capacidad de ejecución. En estos más de diez años trabajando en asentamientos aprendí dos cosas de nuestros líderes sociales, empresariales y políticos: primero, desconocen el problema social de los barrios populares; segundo, creen que decidir es igual a hacer.

Desconocen el problema porque los datos de los asentamientos informales eran inexistentes hasta que TECHO empezó a generarlos en 2011 y logramos completarlos en 2016 junto a otras organizaciones sociales y con financiamiento parcial del Gobierno. Desconocen el problema porque no ha habido en estos años políticas públicas de escala que mejoren la realidad de los barrios (hacer algo en menos del 10% de los barrios no es escala, por más que esto implique erogaciones del orden de los millones). Y lo que es peor, una gran mayoría de políticos creen que “conocen los barrios” por haber ido un par de veces, gran parte en campaña, a conversar con referentes elegidos previamente por sus equipos.

Por otro lado, está la (in)efectividad de la ejecución de la política pública. Muchos líderes políticos creen que escribir una política pública es igual a que la misma se ejecute; nada más distante de la realidad. No hay dudas de que los problemas de efectividad del Estado datan de varias décadas, pero muchos referentes actuales desconocen o subestiman este tema.

Estos dos problemas generan que la enorme población que vive tan vulnerada esté en gran riesgo de no poder pasar (sobrevivir) esta crisis, y la que se viene en la “nueva normalidad”.

Y este no es un problema solo de esas personas; es de toda la sociedad, porque si la situación social estalla, nos afectará a todos, y será de una magnitud mucho mayor al daño que nos puede hacer esta pandemia en el eje salud.

No todas las sociedades pueden sostener parar la economía. Latinoamérica no puede. Es el continente más desigual y por ende violento del planeta. Acá “salud vs economía” sí es un dilema, y nuestros gobernantes tendrán que seguir eligiendo puntos intermedios, todos subóptimos, para poder solventar esta crisis.

¿Si todo lo anterior es cierto, por qué no estalló aún? Porque hay una “mística de guerra” en los sectores populares, que hacen que su enorme resiliencia y resistencia a la adversidad (mucho mayor a la que tenemos los sectores acomodados) se potencie y revitalice. Pero esa mística que nos ayuda a soportar cosas que no soportaríamos en situaciones normales se va a terminar. Y cuando se termine, todos los problemas que amenazaban la vida de las personas que viven en pobreza seguirán allí, pero muy potenciadas por estos meses de cuarentena y retracción económica.

Ojalá nuestros/as líderes prioricen absolutamente los sectores más vulnerados y sean capaces de aceptar que conocen poco el problema de la exclusión social, su gran escala, y que no es fácil llegar a todos los territorios con las políticas públicas que se definan.

Por ello, no necesariamente lo peor ya pasó, pero tampoco lo mejor. Depende de nosotros, de que prioricemos bien como sociedad y de que los que mejor estamos estemos dispuestos a ceder un poco (más), para que todos estemos mejor.

Esta crisis sanitaria y económica que vivimos por el COVID-19 puede potenciar la profunda deuda social que teníamos, o puede ser el punto de partida para iniciar una real y profunda transformación social que promueva un verdadero desarrollo que nos incluya a todos.

Hay una “mística de guerra” en los sectores populares, que hacen que su enorme resiliencia y resistencia a la adversidad (mucho mayor a la que tenemos los sectores acomodados) se potencie y revitalice.
¹ Presidente de TECHO Argentina y director de la Fábrica Social de TECHO. Ex director ejecutivo de TECHO Argentina (2013 y 2019). Ingeniero industrial y docente, con experiencia previa en el sector privado (Quilmes y Nestlé) y en el Estado (Instituto de Energía y Desarrollo Sustentable de la CNEA).
Fotografías: KaosEnLaRed, CC by 4.0, https://kaosenlared.net/argentina-guernica-2-mil-familias-que-se-organizan-para-no-ser-desalojados-por-un-country/; y ANRed, CC by 4.0, https://www.anred.org/2020/02/14/crisis-habitacional-en-neuquen-mas-de-2-mil-familias-toman-terrenos-en-reclamo-de-vivienda-digna/