Es economista y da la fórmula para que quien no tiene ahorros pueda comprarse su propia casa. En La Nación
Federico González Rouco trata diversos temas relacionados con la vivienda en su libro “El sueño de la casa propia” y da la posible solución para lograr ser propietario en la Argentina
Para acceder a la nota completa hacer click aquí
Parte de los anhelos que tenemos desde chicos y que incluso recreamos con los juguetes en el jardín con nuestros compañeros es el sueño de la casa propia. Una aspiración que quizás algunos consideran que ya no existe en la Argentina, dada las altas barreras que hay para acceder a un crédito hipotecario, el contexto de inflación y las pocas posibilidades de ahorro. La gran pregunta entonces es ¿sigue siendo así? ¿los millennials y centennials siguen pensando en ser propietarios?
“El 40% de los jóvenes de entre 25 y 30 años viven con sus padres o abuelos”, asegura Federico González Rouco, economista del equipo de Empiria, la consultora de Hernán Lacunza, quien recientemente escribió el libro El sueño de la casa propia, editado y publicado por Tejido Urbano. Las cifras pertenecen a la encuesta permanente de hogares total urbano.
El especialista señala que son varias las maneras de acceder a una propiedad: a través de la construcción, de la compra con ahorros, la herencia o el crédito. “Construirla implica financiamiento o tener mucha plata o que lo que se construya sea de una calidad deficitaria”, señala. Por otra parte, la herencia es algo que se presenta cada vez menos, ya que existe un fenómeno de esperanza de vida creciente que “atenta contra el acceso a la vivienda en propiedad, dado que uno de los principales canales de transición en tenencia es la herencia”. Lo que termina pasando es que “la única manera escalable, en el sentido de que pueda ser accesible para todos, fácil y que solucione un problema, es el crédito hipotecario”, explica Rouco.
El problema es que, si se analizan los números de crédito hipotecario en nuestro país, hoy es prácticamente nulo y ha mantenido siempre cifras muy bajas. En el mejor momento de crédito hipotecario del país, que tuvo lugar en el 2001, la masa de crédito hipotecario representaba el 5% del PBI, es decir que, toda la deuda que teníamos representaba el 5% de lo que se produce en un año en la Argentina. “Cualquier persona tiene la idea de que en ese momento estábamos en una muy buena época, pero en comparación internacional no era nada descoyante. Hoy Chile tiene un 27 a 28%; Estados Unidos, 75 a 80%. Y nosotros en el mejor momento tuvimos 5% nada más”, señala Rouco. Sumado a eso, hoy es casi cero el crédito que hay en el país; si no se tiene en cuenta la pandemia, febrero fue el mes con menos crédito hipotecario en 22 años.
De todas formas, el experto analiza este fenómeno en el país y, luego de un exhaustivo análisis en su libro, asegura que el sueño de tener una casa propia es una aspiración que continúa vigente entre los argentinos. “Para mí es una aspiración que sigue estando y el crédito hipotecario es la manera de satisfacer esas aspiraciones y de hacerla real y posible”, explica el especialista. Cita una encuesta que hizo recientemente el Banco Central que consulta a estudiantes de secundaria para qué ahorrarían y la primera respuesta es la vivienda y la segunda son los estudios. También distingue la aspiración de la expectativa: a la expectativa la define como algo que se tiene certeza de que se alcanzará, mientras que la aspiración es algo más idealizado, “algo que no necesariamente lo ves cerca, pero que te gustaría. En la Argentina lo que se está perdiendo es la expectativa de ser propietario, pero no el aspiracional”.
El problema es que son cada vez más los jóvenes que llegan a la edad de tener casa propia y la imposibilidad de acceder a un crédito hipotecario puede generar frustración y estragos. “Hoy con mis amigos no sale mucho el tema, es como un mecanismo de defensa. Sin embargo, que no haya crédito hipotecario va a generar un problema demográfico”, advierte Rouco.
La solución
Rouco propone que en la Argentina se otorgue un crédito ajustado por UVA, es decir, préstamos ofrecidos a largo plazo, con un período de devolución 20 años o más, pero acompañados de un fondo de compensación. Este fondo permitiría que los deudores paguen una cuota ajustada por salario (a diferencia de lo que actualmente se paga, que se ajusta por inflación) y que el acreedor cobre una cuota indexada por inflación. El fondo se encargaría de “compensar” las diferencias.
Esta solución permitiría que el que presta dinero no pierda con la inflación, garantiza que se lo podrán devolver y ayuda a que el deudor no esté constantemente con la soga al cuello, en contextos donde la inflación puede ser muy alta. Pero, ¿cómo se logra esto? El fondo de compensación se alimenta, en parte, por las diferencias: si en un mes la cuota ajustada por salario sube más que la cuota ajustada por inflación, ese extra se destina al fondo; y el día en que los salarios suban por debajo de la inflación y el deudor pague de menos, ese plus saldría del fondo y cubriría lo que falta.
Además, Rouco propone que el que obtuvo el préstamo pague todos los meses un 1% de más, que también se destina al fondo y permite que, en el caso de atravesar un periodo muy malo, en que los salarios crecen muy por debajo de la inflación, se cuente con ese 1% que ayude a ir compensando también.
Para acceder a la nota completa hacer click aquí