CLARÍN ARQ: “Tendencias contrapuestas en las villas argentinas de los 80′”
Martes 01 de Noviembre de 2022
Nota completa disponible aquí.
La autora del libro “Historia de las Villas en la Ciudad de Buenos Aires, De los orígenes hasta nuestros días”, Valeria Snitcofsky, publicado recientemente por la Fundación Tejido Urbano y Bisman Ediciones, presenta un fragmento de su libro editado por la Fundación Tejido Urbano y Bisman Ediciones
Hacia mediados de los ´80, tuvo lugar en las villas (recientemente, la palabra “villa” fue reemplazada por “barrio popular” pero, si en este artículo se hace uso y abuso del viejo término, es porque todavía puede considerarse la manera más clara y directa para designar una realidad particular argentina y distinguirla de lo que pasa en otros países, donde también existen palabras propias que dan cuenta de la especificidad asumida por la cuestión en cada caso: “cantegriles”, “favelas”, “chabolas”, “poblaciones callampas”, “shantytowns”, “bidonvilles”, etcétera) de Buenos Aires el desarrollo simultáneo de dos tendencias contrapuestas: una que operó claras mejoras sobre las condiciones de vida de sus habitantes y otra cuyos impactos fueron particularmente adversos. Oscilando entre estas dos tendencias, el pasado reciente de las villas presenta complejidades que difícilmente puedan leerse de manera lineal.
En primer lugar, durante los años que siguieron a la recuperación de la democracia se consolidó, como nunca antes, la posibilidad de una radicación definitiva de las villas en los mismos lugares donde estaban establecidas. Esta posibilidad fue habilitada por un contexto externo favorable, signado por el descrédito de los desalojos masivos y el apoyo financiero por parte de los organismos internacionales a los proyectos tendientes a introducir mejoras en estos espacios urbanos, evitando la expulsión compulsiva de sus habitantes hacia zonas periféricas. A su vez, esto fue una reivindicación histórica impulsada con fuerza por las nuevas organizaciones conformadas en las villas, que la asumieron como su principal bandera. La idea fue apuntalada también desde el Estado que, en sus distintos niveles, fue dando lugar al desarrollo de una nutrida normativa en este sentido.
En este marco, las mejoras en las villas se fueron implementando con marchas y contramarchas. Además, existieron defectos en su puesta en práctica y, en circunstancias puntuales, poco después las topadoras volverían a pasar por encima de las viviendas precarias. De todas formas, el fantasma de las llamadas “erradicaciones”, para usar el viejo término que designaba en otros tiempos a los planes generales de desalojo compulsivo, tendió a disiparse casi por completo.
Sin embargo, mientras avanzaba esta tendencia a la mejora en las condiciones de vida vigentes en las villas, tuvo lugar un proceso simultáneo cuyos impactos, vistos desde la actualidad en perspectiva histórica, asumen dimensiones particularmente dramáticas. En primer lugar, tras la intensa y prolongada violencia ejercida sobre la población de las villas durante la última dictadura, se evidenciaron una creciente desmovilización y un incipiente individualismo, que transformaron los vínculos entre las organizaciones locales y el Estado, habilitando la difusión de prácticas clientelísticas y erosionando la legitimidad de las representaciones locales. A su vez, durante este período empezó a vislumbrarse en las villas el problema de la droga, que durante las décadas siguientes tendría implicancias cada vez más devastadoras en términos de muerte prematura, adicción, violencia y debilitamiento de los vínculos comunitarios. Esta última cuestión, además, fue agravada por los niveles inéditos de desempleo y trabajo informal que erosionaron significativamente, aunque nunca de modo definitivo, las formas tradicionales de solidaridad. En este contexto de precariedad extrema, y como legado de la hiperinflación que tuvo lugar hacia fines de los ochenta, surgieron en las villas nuevas formas de organización nacidas del hambre: los comedores comunitarios, que durante los años siguientes irían desplazando gradualmente a las antiguas comisiones vecinales.
Finalmente, la focalización de las medidas orientadas a intervenir sobre las villas, que reemplazaron a los planes generales formulados durante el período previo, derivó en una fragmentación de las respuestas articuladas desde el territorio. Como consecuencia, si bien hubo numerosos intentos por plantear estrategias unificadas, desde mediados de los años ochenta se fue haciendo cada vez más difícil sostener en el tiempo el funcionamiento de grandes organizaciones sectoriales, cuyo grado de representatividad pueda equipararse con aquellas constituidas durante la etapa previa (las tres principales organizaciones sectoriales que, en distintas circunstancias, nuclearon a las villas de la ciudad durante el período previo fueron la Federación de Villas y Barrios de Emergencia, el Movimiento Villero Peronista y la Comisión de Demandantes). De todas maneras, aún hoy existe en las villas de Buenos Aires una importante reserva en términos de capacidad de respuesta ante situaciones límite. Un ejemplo reciente en este sentido fueron los Comités de Crisis, conformados en distintas villas ante la difusión de la pandemia por Covid 19 y los problemas vinculados con esta situación, como los efectos económicos de la cuarentena, la falta de medios para garantizar cierta continuidad en la educación a distancia y la dificultad para acceder regularmente a servicios tan indispensables para la supervivencia humana, como el agua potable.