Los Condenados

Nociones Corales
25 junio, 2020

Por Andrea Fridman para la Fundación Tejido Urbano

"El problema es que demasiadas personas viven en lugares donde hay una sola puerta para muchos, demasiadas personas condenadas a un "mientras tanto" indigno, pese a lo que hagan.”

Los efectos de la pandemia se ven agravados en los sectores más vulnerables.

Por Andrea Fridman¹

“La pobreza de nuestro siglo es incomparable a ninguna otra. No es, como fuera alguna vez, el resultado natural de la escasez, sino de un conjunto de prioridades impuestas por los poderosos al resto del mundo. De ahí que no haya piedad para los pobres de hoy, sino que se los da por perdidos, como desechos.”

-John Berger

Hasta hace pocos meses teníamos una vida distinta. Pensaba que la muerte es democrática, que nos es común a todos; a todos los seres vivos, a todos los seres humanos. Es el común destino, el común final, el común destino final. Pensaba también que no se llega de igual modo a ese común destino final, lo que pone en primerísimo plano a ese “igual modo” y le permite dialogar con algo que Fernando Ulloa elevara a la cualidad de concepto: el “mientras tanto”.

El “mientras tanto” no es un aguantar pasivamente las condiciones de vulnerabilidad o las carencias. El “mientras tanto” sale a hacer, hace lazo social, arma comunidad, actúa mediante la denuncia y la protesta. El problema es que mientras tanto hay cosas que no llegan, y eso es difícil de soportar. 

Escucho hace ya muchos días que este virus con forma de corona expuso las desigualdades sociales como nunca antes había sucedido. ¿Será cierto? Hace ya muchos días que leo lo que escriben filósofos, sociólogos, psicoanalistas o historiadores que, en este devenir tan veloz, han deshecho los hilos de sus propios tejidos discursivos de hace tres, cuatro o cinco meses, cambiando de opinión. “Sopa de Wuhan” es un muy interesante conjunto de artículos que viene circulando… pero todo ocurre tan rápidamente que va quedando lejos, chico, caduco. La rapidez con que nos ha cambiado el mundo es solo comparable a la velocidad de contagio de este virus, contra el cual no hay protección verdaderamente eficaz. Todas las medidas, lo sabemos, en caso de haberse tomado, son tácticas concebidas por sanitaristas, virólogos y epidemiólogos para evitar que demasiadas personas tengamos que entrar por la misma puerta en el mismo momento. Medidas que eventualmente permitirán respirar a un sistema sanitario ya enfermo y carente, pero que harán posible salvar más vidas. Solo eso son, y no es poco.

El problema es que demasiadas personas viven en lugares donde hay una sola puerta para muchos, demasiadas personas condenadas a un “mientras tanto” indigno, pese a lo que hagan. Dentro de ellas, también son demasiadas las personas que no tienen opción, y por eso están condenadas. 

Parece que la sangre tenía que llegar al río para que fuera ya imposible ocultar esas condiciones. Ramona Medina lo dijo en voz alta; con su poderosa garganta interpeló y denunció lo básico: “nos piden que hagamos lo imposible”.

Pienso en lo que pienso, todos los días. Leo: Zizek, Han, Badiou, Butler. Pienso en lo que escribió Mariana Enríquez, pienso en esos demonios al acecho. Pienso en todos los sufrimientos neuróticos, en el temor de médicos, psiquiatras y psicoanalistas calculando los efectos nefastos del aislamiento, de la soledad, del confinamiento sin vitamina D. Pienso en las marcas que esto dejará en los más chiquitos, en cómo se armaran los relatos. Escucho los desbordes de padres agotados lidiando con su trabajo, la tarea de los hijos y los quehaceres domésticos. Me incluyo, me toca. Pero no puedo dejar de pensar que tenemos coronita. Que el sufrimiento burgués es padecimiento banal. Punto. Y otra vez los demonios al acecho, los intelectuales vaticinando el fin del capitalismo, el advenimiento de un nuevo comunismo, Bolsonaro fingiendo que no tiembla mientras ejecuta un plan maestro, que no eligió pero que sostiene: quedarse con muchos menos “mientras tanto”.

Ahí está el extremo sufrimiento  –la terrible impotencia de llegar al punto irreversible de ese instante finito e infinito, el pasaje indefectible de la vida a la muerte, el insondable misterio engrandecido, objeto de interrogación y de debates filosóficos, teológicos, biológicos–, cuando eso era evitable, cuando eran evitables las enfermedades que produce el lobby de la industria cuidando los precios de productos que dañan, construyendo preciosos paseos estéticos y luminosos a 15 cuadras, solo a 15 cuadras, de donde no hay agua.

Los “condenados” son las personas que sufren las desigualdades sociales y no tienen opción de escapar a estas condiciones.
¹ Psicoanalista.
Fotografías: Pablo Cuarterolo para ANRed, CC by 4.0, https://www.anred.org/2020/05/18/villa-31-el-coronavirus-desde-el-testimonio-de-un-vecino/; y Walter Piedras, CC by 2.0, https://www.flickr.com/photos/134769427@N03/32151980802/in/photostream/