“Sumado a este no fácil contexto, en marzo llegó el coronavirus. Y sentimos que tuvimos que tomarlo como la gran oportunidad de transformar. Fue la ocasión perfecta para organizar y ordenar la ciudad, con toda la resistencia que eso implica.”
El gran desafío es transitar este año difícil transmitiendo valores y promoviendo positivos cambios culturales.
Por Luciano Demarco¹
Asumimos la intendencia de Perico, Jujuy, el 10 de diciembre de 2019. Logramos vencer a una estructura de veinte años en el poder: un intendente que estuvo cinco mandatos seguidos (desde 1999), mediante prácticas conocidas en aquellos que buscan perpetuidad. Lo logramos porque ofrecimos una propuesta nueva, distinta, innovadora.
Nos encontramos con un municipio devastado de verdad: juicios; cuatrocientos empleados contratados irresponsablemente en noviembre, a veinte días de vencer su mandato; embargos a semanas de asumir (en seis meses ya pagamos $5.200.000 por tres de ellos); inmuebles vacíos y decadentes (mejoramos, en estos nueve meses, once delegaciones municipales); un parque automotor abandonado y en desuso por años (que nos obliga a alquilar máquinas o a contratar servicios a terceros); recurso humano hostil (doscientas personas tienen más de 65 años, y se hace imposible hacerlos cumplir un rol productivo a la gran mayoría), y deudas por más de 50 millones. Todo esto sumado a una ciudad sin control, anárquica y desapegada a las normas, producto de la ausencia del Estado.
Sumado a este no fácil contexto, en marzo llegó el coronavirus. Y sentimos que tuvimos que tomarlo como la gran oportunidad de transformar. Fue la ocasión perfecta para organizar y ordenar la ciudad, con toda la resistencia que eso implica. Pero lo venimos haciendo a pesar de todo. Había feriantes que tomaban las calles, manteros que usaban las veredas, y muchas situaciones que impiden un funcionamiento más armonioso y amigable para todos. Trabajamos en ese delicado equilibrio de organizar sin perjudicar a los vecinos que necesitan vender. Nada fácil.
A nueve meses de gestión, con tres meses “normales” y seis con coronavirus, podemos decir que nos vemos obligados a aprender rápido: somos nuevos en el Poder Ejecutivo, nuevos en la política (nuestro partido vecinal VIA –Valores/Ideas/Acciones– en octubre recién cumple dos años), nuevos para gestionar y experimentar estar a cargo de la ciudad institucionalmente; y sumado a ello, un nuevo contexto incierto que debemos transitar mientras se gana en experiencia.
Como si esto fuera poco, el mayor desafío no está dentro de todos los anteriores. El gran desafío es transitar este año difícil transmitiendo valores y promoviendo positivos cambios culturales, con paciencia; llenarse de sabiduría, de asertividad, representando lo mejor posible el interés por el bien común y no el particular.
En este sentido apunta todo un trabajo que se está realizando para educar en valores a una sociedad inyectada por años con clientelismo y con prácticas que comieron la dignidad de los periqueños, sobre todo de los más necesitados y humildes.
No es fácil, porque es una sociedad que se ha acostumbrado tanto a la mentira, a la dádiva y a los manoseos políticos que hoy cambiar todo ese sistema perverso por transmisión de valores, manejándonos con la verdad, cerca del vecino, respondiendo a sus pedidos y dejando todo para mejorar una ciudad postergada, llevará tiempo.
Para ello se requiere de mucha paciencia y tolerancia al vecino que exige como no lo hizo en veinte años de apatía estatal. Con trabajo, perseverancia y mucha creatividad en tiempos de austeridad, lo conseguiremos.
