El cimiento de los sentimientos

Nociones Corales
3 diciembre, 2020

Por Blanquita Ortiz para la Fundación Tejido Urbano

“Si pudiera hacer una propuesta mundial, diría que debemos unirnos todos. Cada país tiene que unirse con sus vecinos y abrir un nuevo camino de fe y esperanza, que nos conduzca a ser un mundo mejor. Y solo se construye desde los cimientos de los sentimientos, a través del amor, la unión de las familias, el respeto a los padres y a los mayores.”

Por otro lado, rescato la valentía y el desempeño de todos aquellos profesionales que están sosteniendo el sistema de salud, y el contexto para que todo funcione; me refiero a médicos, enfermeros, camilleros, policía, gente que cuida a los enfermos. Muchos de ellos se han contagiado y hasta han perdido la vida. ¡Llegue a ellos la expresión de mis más sinceros respetos y admiración!

Por Blanquita Ortiz¹

La pandemia por COVID-19 que viene azotando al mundo desde diciembre de 2019 –sin distinción de raza, credo o religión– nos ha sacudido como sociedad, pero también nos va dejando enseñanzas. Más allá de cualquier experiencia traumática que nos pueda haber tocado vivir a cualquier ser humano, creo que este virus es de las cosas más terroríficas que nos han podido pasar.

Sin embargo, estar tanto tiempo en casa, disponer de espacios impensados para compartir solo con nuestros afectos más cercanos, vivir tan de cerca la impotencia que genera ver las noticias cada día… todo eso nos ha permitido pensar mucho, reflexionar sobre nuestro interior y experimentar sentimientos e ideas tan únicos como cada ser humano. Porque cada persona en el mundo, los miles de millones que habitamos este planeta, somos únicos. Nuestra propia esencia es única.

Esto aplica para todos aquellos de nosotros que tenemos vocación de aprender, que estamos siempre dispuestos a tratar de entender nuevas realidades y tomar de ellas lo positivo que puedan dejarnos. No todos cuentan con esa perspectiva, y menos aún aquellos que viven del egoísmo de pensar solo en sí mismos.

En algún rincón de mi ser siento que todo esto debía pasar, y está pasando en el mundo entero, para que cada ser humano reflexione, piense en el otro, y se corra del centro del mundo.

Siempre hay alguien detrás de uno, y delante también. Con más o menos poder, con mejores o peores oportunidades, cada quien con lo suyo. Todos tenemos que apostar a un mundo mejor. Un mundo de mucha reflexión, de muchos pensamientos sanos. Y, para eso, sería bueno que surgiera una generación de jóvenes que quiera a su tierra, a su país. Que respete a los mayores, quiera a los niños, cumpla las leyes, sea sensata, sincera, honesta, decente e inteligente. Que no piense tanto en los bienes materiales. Las cosas son necesarias, pero no devuelven la vida. La salud es lo más importante. Por eso hay que cuidarla, ser sanos; de cuerpo, alma y espíritu.

Vivir esta pandemia ha marcado a fuego a todos, pero, más que nadie, a los países más pobres. En Latinoamérica nos ha golpeado duro, nos ha llevado a empobrecernos aún más. Ha dejado al desnudo la miseria humana, la codicia, la avaricia; se ha llevado el mundo por delante. Mucha gente está sufriendo y pasando necesidades extremas, más allá de los que están padeciendo la enfermedad o, peor aún, perdiendo sus vidas.

Personalmente, hace un tiempo, me ha tocado perder lo más sagrado que pueda tener una mujer: mi propia hija. Sé lo terrible que es eso. Veo ahora a los familiares de quienes parten con esta terrible enfermedad… y no se puede hacer nada. Se internan y parten solos, como llegaron al hospital, en la soledad más absoluta, sin nada ni nadie.

Cada día agradezco a Dios por mi vida y la de los poquitos familiares que tengo, que están sanos, al menos hasta ahora. Y cada día, al despertar, veo en la televisión cuántas son las personas infectadas y cuántas personas fallecieron. Y me da dolor en el alma.

En medio de tanto dolor, encuentro también otros ejes positivos. Por un lado, la satisfacción de ver a nuestros gobernantes, de distintos partidos políticos, codo a codo, trabajar por la gente. Por otro lado, rescato la valentía y el desempeño de todos aquellos profesionales que están sosteniendo el sistema de salud, y el contexto para que todo funcione; me refiero a médicos, enfermeros, camilleros, policía, gente que cuida a los enfermos. Muchos de ellos se han contagiado y hasta han perdido la vida. ¡Llegue a ellos la expresión de mis más sinceros respetos y admiración!

Es en honor a ellos, y por el bien de todos nosotros, que tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo por atenernos a las indicaciones para combatir este virus, y seguirlas estrictamente. Porque, seguramente, seguirá estando entre nosotros por un buen tiempo.

Si pudiera hacer una propuesta mundial, diría que debemos unirnos todos. Cada país tiene que unirse con sus vecinos y abrir un nuevo camino de fe y esperanza, que nos conduzca a ser un mundo mejor. Y solo se construye desde los cimientos de los sentimientos, a través del amor, la unión de las familias, el respeto a los padres y a los mayores.

Ojalá que el mundo entero reflexione y concluya que debemos buscar nuevos caminos, que otro mundo es posible y que puede ser bueno para todos. Esa es mi principal reflexión de todo esto, desde lo más profundo de mi corazón.

Por último, abrazo a todas las personas que perdieron seres queridos en esta terrible tragedia mundial, y me despido con la convicción de que Dios también escuchará a todos los que creemos en él y le rezamos. Por el bien de todos.

Vivir esta pandemia ha marcado a fuego a todos, pero, más que nadie, a los países más pobres. En Latinoamérica nos ha golpeado duro, nos ha llevado a empobrecernos aún más.
¹ Referente social Asociación Civil Argentina Puede.
* Nota editada por Victoria Guglielmi a partir de una conversación con la autora.
Fotografías: ANRed, CC by 4.0, https://www.anred.org/2020/10/15/caba-profesionales-de-la-salud-acampan-en-la-sede-del-gobierno-porteno/ y https://www.anred.org/2020/10/29/desalojo-en-guernica-cels-y-serpaj-denuncian-que-el-fiscal-y-el-gobierno-suspendieron-la-mesa-de-dialogo/.