En el desierto

Nociones Corales
14 julio, 2020

Por P. Franco Punturo para la Fundación Tejido Urbano

“Pareciera que la pandemia del COVID-19 y la cuarentena global provocaron un efecto parecido a nivel mundial, nacional, barrial, familiar y personal: ‘¡Tenemos que cambiar, estamos viviendo mal!’”

De hambre mueren por año 6.000.000 de niños menores de 5 años (500.000 por mes) según cifras del 2019, y son 820.000.000 de personas las que padecen hambre en el mundo.

Por P. Franco Punturo¹

“…en Egipto resonó un alarido inmenso, porque no había ninguna casa donde no hubiera un muerto.

Esa misma noche, el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:  Salgan inmediatamente de en medio de mi pueblo, ustedes y todos los israelitas…”. (Éxodo 12,30-31)

Después de sufrir diez plagas dolorosas, el rey de Egipto Tutmosis III finalmente dejó partir al pueblo israelita, que se encontraba esclavizado bajo leyes tremendamente inhumanas e injustas. No solo los dejó ir, sino que se los pidió. La última plaga, la muerte de los primogénitos, había causado un dolor inmenso en su reino.

A la fuerza comprendió el faraón que tenía que cambiar. El reino fue arrasado como si hubiese estado en guerra. Ahora, la vida ya no sería la misma. Debía reconstruir su pueblo devastado.

Pareciera que la pandemia del COVID-19 y la cuarentena global provocaron un efecto parecido a nivel mundial, nacional, barrial, familiar y personal: “¡Tenemos que cambiar, estamos viviendo mal!”. Reconocemos que el mundo es el que está enfermo y la naturaleza la que agoniza esclavizada por nuestros caprichos egoístas, ampulosos, ostentosos y hasta estrafalarios de reyes del universo y la creación. Si el mundo está enfermo no es extraño que quienes lo habitamos estemos amenazados de muerte.

“Cuando informaron al rey de Egipto que el pueblo había huido,  el Faraón y sus servidores cambiaron de idea con respecto al pueblo, y exclamaron:

¿Qué hemos hecho? Dejando partir a Israel, nos veremos privados de sus servicios”. (Éxodo 14,5)

¿Cambiaremos?, ¿cuánto duraría el cambio? Creo que quedaría en buenas intenciones y buenos deseos, como le ocurrió a Tutmosis III. Más temprano que tarde volverían los intereses de los reyes actuales de Egipto, con mejor suerte, a dirigir los destinos del universo.

“Con mejor suerte” porque el cambio incluso puede ser para peor, vencedores del virus como dioses y con una nueva herramienta de dominio: el miedo a una nueva pandemia o quien sabe con qué otra excusa, siempre protegidos por el poder económico mundial y los medios de comunicación.

Me duele estar del lado pesimista, me gustaría ser un optimista empedernido, pero son muchas las pandemias silenciadas. Al  miércoles 10 de junio se hablaba de 413.854 muertos en el mundo en todo lo que va de la pandemia. De hambre mueren por año 6.000.000 de niños menores de 5 años² (500.000 por mes) según cifras del 2019, y son 820.000.000 de personas las que padecen hambre en el mundo³.

Esta pandemia, el coronavirus, nos interpela y nos amenaza porque nos toca de cerca; viaja en avión, y en 24 horas puede volar de China a Argentina o a cualquier rincón del planeta, incluso adonde se muere de hambre. Como el hambre no viaja en avión y no se contagia, no llena los canales de televisión, no da rating. A eso no se le teme. ¡Ojalá también se parara el mundo para curar esta doble enfermedad, la de los estómagos vacíos y los corazones duros! La vacuna ya existe, son el pan y los recursos justamente distribuidos. El mundo está enfermo y va a seguir estándolo.

No quiero decir que esté mal luchar contra el COVID-19; bienvenido sea todo lo que generó y despertó en tantos corazones: generosidad, entrega, solidaridad, bondad, compasión, empatía, simpatía. Solo que no es indicio de que como sociedad global vayamos a cambiar. Y ¡ay! por todo lo malo que generó, porque como florece lo mejor, en otros también lo peor: egoísmo, avaricia, indiferencia, despotismo, individualismo.

“¡Cómo recordamos los pescados que comíamos gratis en Egipto,  y los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos!” (Números 11,5)

Es un camino sacrificado, duro y difícil el que se nos pide recorrer. Tal vez, como el pueblo de Israel en el desierto, podemos tener la tentación de querer tirar por la borda todo el esfuerzo realizado. Los israelitas añoraron las cebollas de Egipto… Vale la pena seguir andando y no perder la esperanza, porque a pesar de que no cambiemos radicalmente y de las injusticias, que seguirán presentes, en lo profundo la historia sigue siendo una historia de salvación, donde el bien surge y renace de la manera menos pensada, la vida siempre se levanta, y al gozo y a la paz, a nivel mundial, nacional, barrial, familiar y personal, los iremos encontrando en el camino que hayamos elegido recorrer. Las bienaventuranzas siguen vigentes. ¡Felices los que viven con alma de pobres porque gozarán de Vida!

La pandemia generó solidaridad y generosidad, como los comedores comunitarios que continuaron funcionando pese al riesgo de contagio, pero no necesariamente sea un indicio de cambio permanente en la sociedad global.
¹ P. Franco Punturo, párroco de Villa 20 (Villa Lugano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
² http://www.fao.org/3/y7352s/y7352s03.htm
³ Comunicado de prensa Organización Mundial de la Salud del 15 de julio de 2019. https://www.who.int/es/news-room/detail/15-07-2019-world-hunger-is-still-not-going-down-after-three-years-and-obesity-is-still-growing-un-report
Fotografías: ANRed, CC by 4.0, https://www.anred.org/2020/04/01/radiografia-de-comedores-se-complejiza-la-situacion-en-los-barrios-populares/: y ANRed, CC by 4.0, https://www.anred.org/2020/05/26/ferroviarios-exigen-testeos-ante-el-aumento-de-contagios-por-covid-19/