La emergencia (in)visible

Nociones Corales
19 agosto, 2020

Por Pablo Engelman para la Fundación Tejido Urbano

“Bajo estas condiciones, las discusiones urbanísticas, habitacionales e incluso sanitarias respecto a la nueva normalidad post COVID –paradójicamente, un virus invisible– serán inertes. Aún nos queda resolver qué hacemos con nuestra normalidad cotidiana.”

El hacinamiento y la densidad en los sectores degradados ha crecido en detrimento de las áreas formales de la ciudad.

Por Pablo Engelman¹

“Mientras que en los países desarrollados la población de las áreas degradadas representa solamente el 6 por 100 de la población urbana total, en los países en vías de desarrollo la cifra se dispara hasta el 78,2 por 100, lo que representa un tercio de la población urbana mundial”.²

Vivimos en emergencia; no importa cuándo leas esto, siempre ha sido así. La situación actual producto del COVID-19 solo visibiliza, para una parte de la sociedad, lo que es vivir en emergencia. 2020 es el año exacto en que la población urbana y la población rural del mundo se equiparan³; a partir de aquí la rural comenzará a decaer, y la urbana seguirá creciendo. Sin embargo, este incremento de población urbana no sucede sobre estructuras planificadas y condiciones dignas, sino que mayormente se da sobre la emergencia, la carencia de planificación y el hacinamiento.

No es algo nuevo, pero la brecha se fue ensanchando, y el límite entre lo urbano y lo rural se convirtió en un gran espacio difuso, cada vez más grueso, anclado en la necesidad y la oportunidad: la necesidad de habitar en relación a las fuentes de ingreso, la oportunidad que representa ocupar espacios residuales. Así áreas inundables, basurales, vacíos en desuso y áreas urbanas y periurbanas sin urbanizar, sin infraestructuras, sin agua y sin cloacas, entre otros, concentran en los países en vías de desarrollo el 78,2% de su población.

Hasta aquí nos hemos ocupado del habitar, pero en el mundo de hoy la vivienda es casi tan importante como el transitar. Según un estudio privado, los porteños invierten en promedio 13 días al año en ese tipo de traslados; más de la mitad viaja en colectivo, y el 27% realiza combinaciones.4 Afirma una nota del diario La Nación en 2016 que el llamado commuting5 es un problema en ciudades tanto desarrolladas como en vías de desarrollo, y una variable fundamental en la economía. A menores ingresos de la población, la distancia y los tiempos hacia el trabajo son mayores y las condiciones de locomoción son peores. Eso ha dado lugar a nuevos asentamientos informales en espacios degradados cercanos a los lugares de empleo; un bien escaso y que en los últimos años ha desarrollado, debido a su demanda, un mercado paralelo en los asentamientos, en donde el inquilinato ha crecido de forma exponencial justamente en una búsqueda de evitar los costos y los tiempos para llegar al trabajo. De esta forma el hacinamiento y la densidad en estos sectores ha crecido en detrimento de las áreas formales de la ciudad.

Pero, en el espejo opuesto, el sector más rico de la población se ha ido concentrando, dentro de la ciudad de Buenos Aires, adquiriendo más metros cuadrados por habitante. De esta forma la ciudad mantiene constante su crecimiento en los últimos treinta años, pese a los metros nuevos construidos en el mismo período.6 Es decir, más espacio para menos gente, menos espacio y en áreas degradadas para más gente, con mayores dificultades de desplazamiento: un escenario poco alentador para una pandemia que se apoya en la cercanía para su proliferación.

Bajo estas condiciones, las discusiones urbanísticas, habitacionales e incluso sanitarias respecto a la nueva normalidad post COVID –paradójicamente, un virus invisible– serán inertes. Aún nos queda resolver qué hacemos con nuestra normalidad cotidiana. Es imposible hacer pronósticos, pero sí es posible abordar la problemática: si algo nos plantea esta emergencia es qué hacer de aquí en adelante. Sería interesante también pensar qué hicimos para atrás, y desde allí quizás encontrar un camino que nos permita transitar hacia un horizonte con menor desigualdad, y establecer una planificación efectiva que pueda trasladarse rápidamente en soluciones sobre las personas; es decir, comprender la planificación, la investigación, el desarrollo y el proyecto como una sola herramienta integrada para el equilibrio.

El límite entre lo urbano y lo rural se convirtió en un gran espacio difuso, cada vez más grueso, anclado en la necesidad y la oportunidad.
¹ Arquitecto (FADU-UBA), curso de posgrado en Dirección Urbanística (FAU-UP-SCA). Actualmente Profesor Titular de Proyecto Final de Carrera – Proyecto Urbano (FAU-UP). Editor Asociado en Bisman Ediciones.
² Datos del informe UN-Habitat, “Slums of the World. The Face of Urban Poverty in the New Millenium?” documento de trabajo, Nairobi, 2003, Anexo 3. Planet of Slums. Publicado originalmente por Verso, Reino Unido, Mike Davis, 2006. Ediciones Akal, S. A., 2007, 2014 para la versión española.
³ Naciones Unidas, World Urbanization Prospects. The 2001 Revision (2002), cuadros A.3 y A.4.
4 https://www.lanacion.com.ar/economia/empleos/los-portenos-pierden-hasta-18-dias-al-ano-en-ir-y-volver-de-trabajar-nid1952256.
5 Término en idioma inglés para desplazamientos, utilizado para definir la problemática relacionada a los tiempos de traslado de la gente desde sus hogares a sus puestos de trabajo en las principales ciudades del mundo.
6 Pablo Ciccolella y Lorena Vecslir. “Dinámicas, morfologías y singularidades en la reestructuración metropolitana de Buenos Aires”, en Revista Iberoamericana de Urbanismo Nº8. En https://upcommons.upc.edu/bitstream/handle/2099/13014/08_02_Ciccolella%20Vecslir.pdf?sequence=1&isAllowed=y.
Fotografías: Cortesía Pablo Codina; y Nicolás Marcaida para la Fundación Tejido Urbano (2016).