La ley suprema

Nociones Corales
30 junio, 2020

Por María y Fernando Ibarzábal para la Fundación Tejido Urbano

"Las diferencias estructurales que definen nuestro pueblo (esas que nos avergüenzan e interpelan) están, hoy más que nunca, expuestas y a la luz.”

Los espacios urbanos, tan importantes para el contacto y la comunicación entre argentinos, han quedado mudos y vacíos como consecuencia de la pandemia.

Por María y Fernando Ibarzábal¹

El virus irrumpió, cual persona non grata, en nuestro pedazo de mundo. De la noche a la mañana: las casas se volvieron refugios; las calles, desiertos; el transporte público, zona de contagio, y los hospitales, trincheras de guerra. Los abrazos y los besos quedaron prohibidos; el lenguaje corporal, anulado.

Si los hombres (todos) somos por naturaleza animales sociales, los argentinos tenemos una humanidad potenciada. El lenguaje es, en nuestra politiqueia, además de lingüístico, sobre todo físico: necesitamos el contacto para comunicarnos, para expresar lo que sentimos, para transmitir cómo somos.

Nuestros espacios urbanos no son (ni podrían serlo) ajenos a ese ADN caracterizante: las plazas, los espectáculos (culturales y deportivos), los encuentros sociales, los espacios recreativos y también los laborales presuponen, necesariamente, los gestos, las miradas, el bullicio, la conexión, el tacto.

La pandemia nos dejó mudos, y el  silencio de la ciudad vacía es, además de triste, ensordecedor. El virus nos paralizó y, lo que es grave, acentuó en nuestra comunidad la dicotomía social que, desde hace años, ya existía.

Las diferencias estructurales que definen nuestro pueblo (esas que nos avergüenzan e interpelan) están, hoy más que nunca, expuestas y a la luz: la Argentina postergada no tiene agua potable, ni cloacas, ni asfalto; no tiene una vivienda digna donde desarrollarse y, mucho menos, donde cumplir (aun si quisiera) el distanciamiento social, preventivo y obligatorio. Debe encerrarse para protegerse, pero no tiene dónde.

Tampoco tiene cómo adaptarse al trabajo remoto, o a la educación virtual. No es una cuestión de voluntad. Sencillamente, la Argentina postergada no tiene esa opción: debe contentarse con aguantar agazapada este terremoto, con la esperanza de poder recoger del piso, cuando pase, sus sueños de futuro, y volver, una vez más, a empezar su conquista.

El virus nos pega a todos, eso está claro, pero no a todos de la misma manera.

Dicen que las sociedades se definen menos por sus contradicciones que por sus líneas de fuga (i.e. vectores que escapan del control de lo binario), y que es sobre ellas que se asienta, siempre, la creación de ideas nuevas.    

Necesitamos buscar, con avidez, nuevas líneas de fuga: soluciones originales, que nos permitan dar respuestas eficaces a una realidad acuciante. Es que, como dice el antiguo aforismo romano, salus populi suprema lex.

La Argentina postergada no tiene agua potable, ni cloacas, ni asfalto; no tiene una vivienda digna donde desarrollarse y, mucho menos, donde cumplir (aun si quisiera) el distanciamiento social, preventivo y obligatorio.
¹ María Ibarzábal, Abogada. Magíster en Derecho Administrativo (Universidad Austral).
Fernando Ibarzábal, licenciado en Administración de Empresas. Actividad actual, agropecuaria. 71 años, 6 hijos y 16 nietos.
Fotografías: Contexto y Acción, CC by 4.0, https://ctxt.es/es/20200302/Firmas/31568/Xandru-Fernandez-filosofia-Zizek-covi-coronavirus-pandemia-critica-reflexion.htm; y ANRed, CC by 4.0, https://www.anred.org/2020/05/20/nos-mato-el-hecho-de-no-tener-agua/