Los Buenos Recuerdos

Nociones Corales
9 julio, 2020

Por Aleksas Chiaia para la Fundación Tejido Urbano

”El pasado toca el futuro, y lo hace en el presente. La sociedad, sea la que fuere, exige la continuidad, que no existe sin la memoria. El estado de confinamiento de la cuarentena no nos puede quitar esa memoria.”

La cuarentena y el aislamiento nos han obligado a todos, sin importar nuestra profesión o actividad, a reflexionar.

Por Aleksas Chiaia¹

Soñando, lejos de mi ciudad, desperté un día pensando en mi gente de Buenos Aires. Las noticias de las webs, extremadamente alarmantes. Se ha desatado un enemigo común, que no se ve, pero que se ha apropiado de nuestro espacio interior y genera incertidumbre. Nos vemos sorprendidos por un ataque imprevisto para el que no estábamos preparados, como la noche del Yaboq². Esta lucha misteriosa a algunos los alcanza en soledad. A muchos el miedo –esa fuerza invisible– los aleja a unos de otros.

Al preguntarme por el porqué, no encuentro respuesta. Simplemente existe, y genera muertes y problemas de convivencia, además de los económicos, de seguridad, políticos, financieros, sanitarios, entre otros, que son evidentes en todas las sociedades del mundo y que las diversas ideologías tratan de solucionar… pero con las ideologías no alcanza.

Conozco a muchas personas que en estas circunstancias de pandemia sufren la cuarentena y han perdido seres queridos; a otros los lleva a ser más reflexivos, a ver lo que es importante en sus vidas, las actitudes, el entorno del cual estoy alejado por la fuerza y que no sé valorar. Todas ellas, quieran o no, han reflexionado: médicos, políticos, comerciantes, amas de casa, trabajadores, artistas, etcétera. En cierta manera, todas han avanzado porque están luchando cada uno a su medida, en su micromundo, en su espacio interno, con su fuerza interior. Porque los roza la muerte y la enfermedad, el misterio que es común a todos.

Cada pueblo, como cada ser humano, tiene memoria, y tiene en su mismo origen las soluciones a sus propias deficiencias, a sus errores, a sus problemas. Debe encontrarlas para avanzar, crecer y poder desarrollar una vida digna. Ante el golpe inesperado de la pandemia, los buenos recuerdos aparecen para vigorizar nuestra esperanza, y entonces volvemos a empezar. El ejercicio de hacer memoria de momentos agradables y felices genera alegría y ganas de vivir. Esos recuerdos siempre están en todos los entornos que se puedan dar dentro una sociedad: familia, amigos, colegas de trabajo, de estudio, de deportes, hojeando un álbum de fotos, leyendo un buen libro que nos inspire, escuchando la música que nos guste. No todo en la vida de los pueblos y de las personas fueron equivocaciones o desgracias, siempre podemos rescatar lo positivo. Hay muchos pueblos que fueron grandes por la grandeza de sus hombres.

En sociedades jóvenes –como las de América, que miran hacia el futuro–, impresionadas por las múltiples posibilidades, las personas tambalean porque no llegan a encontrar sus raíces. Como los adolescentes que no se interesan por lo que ya se ha hecho, quieren ver y experimentar por sí mismos para generar su propia experiencia; unas veces con final feliz, otras no tanto.

En sociedades viejas –como las de Europa– las personas avanzan mirando tanto hacia atrás, hacia su pasado, que quedan llenas de experiencias positivas y negativas, pero sin audacia y con falta de entusiasmo. Miran esas experiencias acumuladas sin una luz que pueda conferirles un sentido que las supere, para darles una perspectiva que desemboque en una felicidad fuera de lo material. 

El pasado toca el futuro, y lo hace en el presente. La sociedad, sea la que fuere, exige la continuidad, que no existe sin la memoria. El estado de confinamiento de la cuarentena no nos puede quitar esa memoria. Este deseo de supervivencia se expresa mediante el esfuerzo por conservar y transmitir la belleza que se refleja en lo temporal y espiritual de esos entornos. Así crea el hombre la sociedad, y a través de sus obras se muestra la tensión del hombre hacia la trascendencia, con ese intento nostálgico hacia la perfección y la felicidad.

Esto es lo que nos salvará de cualquier pandemia y catástrofe material o espiritual, tanto personal como colectiva; esa luz o fuerza interior que nos lleve a través de lo cotidiano hacia la trascendencia. Tanto el Estado –por medio de sus instituciones– como cada ciudadano tienen el deber y la responsabilidad de fomentar la esperanza para lograr esa continuidad de la sociedad y, si es el caso, volver a empezar.

Vilnius (Lituania), 18 de junio de 2020.

En Vilnius, capital de Lituania, el estado cedió el espacio público a restaurantes y cafés para que la gente pueda utilizarlos con distanciamiento social (foto del 23 de mayo de este año).
¹ Nacido en Buenos Aires en 1962. Ingeniero Industrial (UNBA). Pedagogo en educación informal (Universidad Pedagógica de Vilnius). Máster Preparador físico y Rehabilitación en el deporte (UCAM, Universidad Católica de Murcia). Desde 1994 vive en Lituania, donde trabajó en proyectos de ingeniería civil para la firma Ardanuy Baltic. Actualmente es presidente de la Asociación Cultural para el Desarrollo de la Enseñanza.
² Génesis (32, 1-32): es el relato de la lucha de Jacob con Dios en el vado de Yaboq o Jaboc. Jacob está solo y es agredido por un desconocido, con el que lucha toda la noche. Esta lucha cuerpo se convierte para él en una singular experiencia de Dios. Jacob aprovecha la oscuridad para entrar en el territorio de su hermano Esaú sin ser visto, con la ilusión de tomarlo por sorpresa. Pensaba que estaba todo bajo control. Jacob no distingue a su contrincante; solo al final de la lucha, y ya cuando ese alguien ha desaparecido, se dará cuenta que ha luchado contra Dios. Jacob será desde entonces Israel.
Fotografías: Visión Invisible, CC BY-NC-ND 2.0, https://www.flickr.com/photos/visioninvisible/25889480273/in/photostream/; y The Conversation: https://theconversation.com/asi-se-las-ingenian-las-grandes-ciudades-para-disenar-el-mundo-pos-covid-19-139345