Pandemias pretéritas

Nociones Corales
16 septiembre, 2020

Por Gustavo Cañaveral para la Fundación Tejido Urbano

“Como arquitectos, antes semejantes pandemias, previas al Covid, ¿de qué lado estaremos o trabajaremos? ¿Para el mercado o para las mayorías pobres -más afectadas que antes, por el virus- y sus necesidades urgentes?”

A principios de los 90, el Estado planificó el Barrio Ramón Carrillo en Soldati para relocalizar a las 700 familias del albergue Warnes, pero eligió un suelo contaminado.

Por Gustavo Cañaveral¹

Al mirar la sociedad, lo que debemos tener como guía es la política, la ciencia política. Ya sea biopolítica o necropolítica, es necesario entender que todo es política, relaciones de poder.

El llamado biopoder consiste en explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar a la población. En la ciudad, todo se materializa en los modos de producción de formas espaciales, y en la tensión entre ambos pares antagónicos que se precisan. Cuando se planifican ciudades, barrios o viviendas, se puede hacer con criterios que los entiendan solamente como bienes de cambio y no de uso, sin propuesta política de diseño; o bien la planificación puede realizarse en función de la salud, de espacios para viviendas donde entren el sol y el aire y que tengan ventilaciones cruzadas.

Lamentablemente, nuestras políticas urbanas y códigos están pensados para la alta densidad en general; densidad que podría tener esos criterios y no los tiene por no privilegiarse la salud, ya que no aparece como objetivo del diseño, sino todo lo contrario. No se toma en cuenta que la energía de un país es la energía del pueblo. Recién hoy, ante el COVID-19, la vemos como política en el presidente, quien entre salud y economía optó por lo primero.

En nuestro oficio, se trataría de una arquitectura que tome las banderas de la salud comunitaria, de la medicina preventiva. Habría que releer al doctor Ramón Carrillo, conocer su historia. Y en simultáneo mirar un barrio que, vaya paradoja, lleva su nombre. A principios de los 90, el Estado lo planificó en Soldati para relocalizar a las 700 familias del albergue Warnes, pero eligió un suelo contaminado. Los enfermos del barrio, que promovieron un juicio contra el Estado municipal, fueron olvidados por nuestra matrícula.

Tampoco deberíamos perder de vista la lenta agonía de Villa Inflamable, en Dock Sud, dentro de la causa “Beatriz Mendoza”, otro ejemplo elocuente en el que se comprueba que los temas ambientales con sus efectos en la salud de la población (y pese a judicializarse y tener que cumplir órdenes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación) no han tenido respuesta.

Ambos barrios –aquel construido por el Estado, este por sus habitantes– esperan su saneamiento. Pero pasan los años, y la gente se muere sin agua o sin cloacas, cuya carencia tiene una letalidad retardada. ¿Sabías que en las comunas más pobres de nuestra rica ciudad (la número 4 y la número 8) la expectativa de vida es unos cinco o seis años menor? Acá encuentro la aplicación concreta de la necropolítica, es decir, una planificación para la muerte dentro del modelo neoliberal del urbanismo. En nuestras ciudades sus habitantes se mueren pronto, y listo. Las políticas públicas expresarán siempre un discurso políticamente correcto para resolver estos temas, pero en esta pandemia queda claro que en las ciudades estas solo son cuestiones de negocios por las tierras. Como dijo Clinton: “es la economía, estúpido”. Aquí respondería “es la vida, estúpido”.

Como arquitectos, ante semejantes pandemias, previas al COVID-19, ¿de qué lado estaremos o trabajaremos? ¿Para el mercado o para las mayorías pobres –más afectadas que antes, por el virus– y sus necesidades urgentes?

Algunas respuestas se aprenden en el territorio, militando y trabajando en los barrios. Si tuviésemos que resumir en una palabra al precursor del COVID-19, esa palabra sería hacinamiento, el amontonamiento en espacio insuficiente. Los arquitectos estamos entrenados para resolver problemas espaciales, con lo cual tenemos un futuro cargado de desafíos. Esos desafíos que nos impusieron grandes maestros de la arquitectura, como Le Corbusier: “el espacio es en función del hombre, de su medida, de sus acciones e incluso de sus emociones”.

Tampoco deberíamos perder de vista la lenta agonía de Villa Inflamable, en Dock Sud, dentro de la causa “Beatriz Mendoza”, otro ejemplo elocuente en el que se comprueba que los temas ambientales con sus efectos en la salud de la población no han tenido respuesta.
¹ Arquitecto egresado de la Universidad de Buenos Aires, y maestro mayor de obras egresado del Instituto Otto Krause. Estudio EPOCAS. Asesor político técnico. Periodista urbano en el blog Proyectoriachuelo y en Urbana te ve.
Fotografías: SLT-FAUBA: http://sobrelatierra.agro.uba.ar/ramon-carrillo-un-barrio-decidido-a-cambiar-una-historia-de-abandono-y-degradacion-ambiental/; y VisitemosMisiones.com: https://visitemosmisiones.com/noticias/villa-inflamable-el-chernobyl-argentino/.