“Con la participación, el poder se distribuye, y a la vez se genera un vínculo entre partes que construyen ideas, que se forman mutuamente, que se constituyen a sí mismas.“
Vista aérea de la Villa 20 y la urbanización en curso en el predio contiguo, llamada Papa Francisco, donde se han trasladado más de 900 familias.
Por Tomás Reverter¹, coordinador del IVC (Instituto de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires) en Villa 20², Lugano, CABA.
La participación, en estos últimos años, se empezó a utilizar para describir muchas acciones que no necesariamente lo son. Es políticamente correcto hablar de “participar”, pero llevarlo a la práctica requiere de un cambio de paradigma en la forma en la que se entiende el poder, y ese cambio se está demostrando fundamental a la hora de enfrentar los efectos del COVID-19.
Con la participación, el poder se distribuye, y a la vez se genera un vínculo entre partes que construyen ideas, que se forman mutuamente, que se constituyen a sí mismas. Participar es una forma de hacer cultura, de hacer política, de empezar a comprendernos como pares.
Para que eso se dé tiene que crearse una base común de confianza y respeto, lo que significa que los conflictos son abordados en conjunto, en comunidad. Participación y comunidad van de la mano; son lo inverso al individualismo, que es hacer las cosas solas, solos.
La participación genera un nuevo sujeto, que es colectivo. Ya no es una idea que se suma a otra, sino un modo de pensar en conjunto que hace que las diferencias sean una potencia y no un desgaste. El sujeto colectivo es un entramado de vivencias, necesidades, ideas, acciones, esfuerzos, anhelos. En otras palabras, es una historia entrelazada.
En la reurbanización de la Villa 20, hicimos del proceso-proyecto un modo de andar, y de la participación el camino. Es decir, tenemos una base conceptual común que integra al Estado con la comunidad. Lejos de imponer ideas preconcebidas, se construye en el hacer.
En contexto de pandemia, en el que se requiere una mayor responsabilidad como conjunto, este sujeto colectivo piensa en el interés común, y por eso todos los días podemos ir al barrio a trabajar mancomunadamente, a entender las necesidades, a intentar que el Estado garantice los derechos y que las organizaciones sociales puedan canalizar sus demandas.
La solidaridad, entonces, se entiende como “poner el cuerpo” antes que “dar lo que sobra”. Entregar aquello en desuso es un acto de beneficencia, mientras que la solidaridad se ejerce, se milita.
Este paradigma participativo es, profundamente y ante todo, político, entendido más como una forma de concebir el mundo que en sentido estrictamente partidario.
Yo aprendo todos los días en este trabajo. Mirar a todos como iguales –siempre, ante cualquier circunstancia, comprendiendo que todos tenemos roles y responsabilidades diferentes– hace que desee lo mismo que desea el conjunto: el proceso de reurbanización como transformación física, pero también social y simbólica.
La situación habitacional de la Villa 20 previa al proceso de urbanización era alarmante. Si bien el proceso no ha finalizado, muchos de los habitantes ya no tienen que vivir en estas condiciones.
¹ Licenciado en administración y gestión de empresa por la Universidad Empresarial Siglo XXI (Argentina)
² Localizado en la Comuna 8 y habitado por unas 30 mil personas, este barrio popular se encuentra en proceso de reurbanización desde enero 2016. En el predio adyacente (Papa Francisco) se construyeron 900 viviendas nuevas, donde fueron relocalizadas familias vulnerables del barrio existente, y otras 800 viviendas ya están avanzadas. El proyecto alcanza también la apertura de calles, la oxigenación de fondos de manzana, la mejora de la infraestructura de todo el barrio y la construcción de equipamiento público. La organización social lograda a lo largo de estos años se demostró eficaz para enfrentar la pandemia del COVID-19.