Post-COVID y la “Nueva Agenda Urbana”: ¿hacia un neo-higienismo?

Nociones Corales
5 agosto, 2020

Por Fernando Murillo para la Fundación Tejido Urbano

“El post-COVID, más allá de sus consecuencias todavía inimaginables, afortunadamente sigue siendo una historia con un final abierto.”

El COVID como pandemia interpela a las escuelas globales de urbanismo a reconocer que no hay futuro urbano promisorio si no se atiende lo básico, la vivienda asequible.

Por Fernando Murillo¹

El COVID plantea lecciones dolorosas a la sociedad del siglo XXI: la divide entre quienes pueden quedarse en sus casas para protegerse, y quienes necesitan salir porque viven hacinados o en la calle. Nunca como en los cataclismos se evidencian tanto las diferencias sociales, reveladas por la precariedad de viviendas que se derrumban en terremotos o inundaciones. El COVID como pandemia interpela a las escuelas globales de urbanismo a reconocer que no hay futuro urbano promisorio si no se atiende lo básico, la vivienda asequible, de modo que “nadie quede atrás”, según establece la “Nueva Agenda Urbana” acordada por los países miembros de las Naciones Unidas en Quito en 2016.

Una segunda lección es el protagonismo adquirido por los especialistas en salud pública en las decisiones gubernamentales. La readecuación de las ciudades, con retenes policiales regulando la movilidad, la multiplicación de centros de salud extendiéndose por los territorios metropolitanos y el confinamiento de los barrios populares sin infraestructuras básicas sanitarias, abastecidos por comedores distribuyendo alimentos puerta a puerta, representa una postal del subdesarrollo que parece haber saltado sin escalas del siglo XIX al XXI. Aunque anunciada, la pandemia no dio tiempo a armar ni siquiera los siempre vilipendiados “campos de refugiados”, diseñados precisamente para cuidar las distancias mínimas de circulación, la distribución de alimentos y el acceso a servicios sanitarios y sociales –especialmente salud y educación, que, como se sabe, son los pilares de la estabilidad mental y emocional de cualquier grupo humano–. Ni hablar de formas de empleo e ingresos que proporcionen alguna seguridad y estabilidad para grupos vulnerables.

Un repaso de la capacidad de innovación ante la crisis del COVID incluye intentos ingeniosos de utilización de nuevas herramientas tecnológicas de información y comunicación para mapear el avance de contagios por áreas, pero una ausencia muy notoria de acciones en el campo del hábitat popular, como, por ejemplo, políticas de relocalización voluntaria de población en riesgo a lugares seguros. Tampoco es evidente la estrategia de intervención en barrios populares sistemática y a escala nacional, a pesar de la existencia de una ley nacional de re-urbanización y de un programa de inclusión socio-urbana que cuenta con los recursos y las herramientas financieras de implementación, siendo una oportunidad inédita para resolver un problema estructural del país.

La fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires produjo cambios sustantivos en el urbanismo rioplatense, resultado del esfuerzo sostenido del higienismo, un movimiento liderado por médicos y sanitaristas focalizado en la gestión de tres recursos esenciales para la vida, el suelo, el agua y el aire, cuyo derecho se buscaba garantizar un siglo antes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La necesidad de estándares edilicios que aseguren la apropiada circulación de aire y asoleamiento; el ancho de calles y alto de fachadas, la relocalización de actividades peligrosas fuera de la ciudad, la relocalización de población y la construcción de parques públicos verdes que aumenten la oxigenación son improntas tangibles del higienismo en nuestras ciudades. La complementariedad entre obras públicas y marcos regulatorios, junto a la disponibilidad de créditos hipotecarios, subsidio al transporte e infraestructuras, hicieron posible que barrios y ciudades resultaran poblados por familias trabajadoras devenidas en propietarias.

Este legado de regulación de mercados de suelos, de saneamiento y de políticas habitacionales, diseñadas para eliminar conventillos y casas-pensión reemplazados por viviendas obreras, demostró la viabilidad de que las clases populares podían adquirir viviendas y mantener, respetando la estética, idiosincrasia y organización de distintos grupos, incluyendo migrantes del interior del país y del mundo. Los modelos de reurbanización de barrios contemporáneos enfrentan el dilema entre mejorar superficialmente o llevar adelante procesos radicales de transformación. En tanto dicho dilema se resuelva buscando que la informalidad se parezca a la formalidad, solo conducirá a procesos de gentrificación. Tal dilema no pueden resolverlo funcionarios de turno iluminados, sino los propios vecinos, sus organizaciones y el sector privado –incluso las corporaciones inmobiliarias, enfrentadas siempre a cualquier intento de reforma urbana–.

Cabe preguntarse si el COVID producirá cambios sustantivos, o si todo volverá a lo mismo o, aún peor, a la profundización de las diferencias socio-habitacionales. Sin fundamentos filosóficos y operativos sólidos, difícilmente es imaginable que los postulados del “derecho a la ciudad” que sustentan a la nueva agenda urbana se transformen en la normativa que cambie los valores éticos de la sociedad, la economía y el ambiente. Existe un consenso entre los profesionales del hábitat en la necesidad de un cambio de paradigma que lleve al diseño de sistemas de ciudades y territorios propios del siglo XXI, en los cuales las normativas, la técnica y la tecnología se pongan al servicio de asegurar que los recursos esenciales para la vida estén garantizados para todos sus habitantes.  Pero para que esto suceda, es necesario que quienes creen en tales cambios se unan dejando de lado sus diferencias políticas, profesionales y filosóficas. El post-COVID, más allá de sus consecuencias todavía inimaginables, afortunadamente sigue siendo una historia con un final abierto, en la que todos tenemos la posibilidad y obligación de dejar nuestro aporte.

Existe un consenso entre los profesionales del hábitat en la necesidad de un cambio de paradigma que lleve al diseño de sistemas de ciudades y territorios propios del siglo XXI.
¹ Arquitecto. Doctor en Arquitectura, área Urbanismo, de la Universidad de Buenos Aires. Consultor de organismos internacionales del sistema de Naciones Unidas (ONU Hábitat, PNUD, ACNUR), del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. Tiene experiencia en proyectos habitacionales en América Latina, África y Medio Oriente.
Fotografías: KaosEnLaRed, CC by 4.0, https://kaosenlared.net/argentina-entre-el-centralismo-y-un-presidente-que-no-cree-en-medidas-economicas/; y GCBA, CC by 4.0, https://twitter.com/gcba/status/1249820348880748544/photo/2