Romper el dilema (ciudad–naturaleza)

Nociones Corales
14 octubre, 2020

Por Carlos Colombo para la Fundación Tejido Urbano

“Me temo que es tiempo de tomar decisiones para la sociedad en su conjunto. Planificar significa adelantarse y saber mirar el futuro. Planificar es futuro y lleva tiempo: si se vive asistiendo la emergencia, no hay forma de proyectar más allá de la diaria.”

Durante el 2019 se quemaron gran parte de dos continentes, Australia y la Amazonia en América; en plena pandemia en Argentina se talaron dos territorios de CABA de bosques nativos; se están quemando humedales en el Paraná y bosques en las sierras cordobesas.

Por Carlos Colombo¹

Las ciudades, de la mano de la humanidad, han tenido que superar numerosas pestes a lo largo de su historia.

Al inicio de la Edad Moderna, con el descubrimiento de América, el virus de la viruela que trajeron los colonizadores terminó matando, en un año, a 8 de los 22 millones de aztecas. Es recién en 1979, casi 500 años después, cuando la OMS declara ganada la lucha contra la enfermedad, y para el 2014 el mundo ya no tenía ni una muerte por viruela.

En la Edad Contemporánea, la gripe española infectaba en pocos meses a un tercio de la población mundial. En un año se calcula que mató entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo. El sida en los 80 se llevó 30 millones de personas; hoy aún no tiene cura, pero sí un tratamiento médico de enfermedad crónica. Recientemente, nuevas pestes como el SARS 2002-2003, la gripe aviar 2005, la gripe porcina 2009-2010 y el ébola 2014 nos tuvieron en alerta máxima. El agravante en la actualidad respecto a la época de la colonia es que la globalización y la comunicación instantánea permiten a los medios de transporte y a la hiperconectividad transmitirlas al instante.

Contrariamente a adjudicarlas a creencias religiosas como en la antigüedad, hoy los descubrimientos científicos han comprobado que todas estas enfermedades tienen y han tenido un denominador común: son transmitidas de animales a humanos. No es la excepción el COVID-19; sabemos que “son los murciélagos los que hoy nos tienen en jaque”.

¿Tendrá algo que ver la disociación humanidad-naturaleza?¿Será el maltrato a la Pachamama lo que hace que Ella tome sus represalias?

Durante el 2019 se quemaron gran parte de dos continentes, Australia y la Amazonia en América; en plena pandemia en Argentina se talaron dos territorios de CABA de bosques nativos; se están quemando humedales en el Paraná y bosques en las sierras cordobesas.

Puede que la frecuencia de estas pandemias se acelere, como ocurre con el efecto del cambio climático, acortando ciclos y aumentando reiteraciones, debido al impacto del humano en el medio ambiente.

Sabemos que la huella ecológica que genera la civilización hace que las ciudades sean las grandes depredadoras del territorio natural, llevando sus límites más allá de sus fronteras, consumiendo sus productos y recursos. Hace años es sabido que con la población que tiene el mundo se necesitarían dos planetas y medio para alcanzar el equilibrio de un ecosistema sustentable.

Por otro lado, la ciudad nos alejó de la naturaleza y nos hizo pensar en que ninguna tragedia puede ocurrirnos. Esa sensación de protección absoluta que genera la “jungla de cemento” nos mantiene a cobijo, seguros y al resguardo en nuestros hogares, con todo el confort que nos previó la post Revolución Industrial. Claro, es la Edad Contemporánea la que nos trajo el consumo, el capitalismo, la burguesía y el proletariado; también con todo este combo llegó el dominio de la naturaleza por parte del hombre, para abastecer el creciente y exponencial consumo.

¿Será momento, entonces, de reconciliar lo urbano con lo natural?

Me parece que necesitamos encontrar un equilibrio ciudad-naturaleza; el futuro es urbano-natural, con ciudades eco, sistémica y ambientalmente sustentables. Necesitamos reformular nuestro hábitat en todo concepto: el de nuestros hogares y ciudades, sin dejar de ocuparnos y preocuparnos de nuestro hábitat natural olvidado.

A pesar de todo, sigo creyendo que la ciudad es el mejor invento de la humanidad; es la forma de crear sociedad, de formar ciudadanía. El vivir en ciudades trae muchas ventajas, implica concentración y con ello beneficios económicos, culturales y sociales.
No concuerdo con la actual “urbanofobia” que algunos difunden; me preocupa el resurgimiento del sueño de vivir alejado de la ciudad, en countries suburbanos.

Sabiendo las consecuencias que trajo la expansión descontrolada de la mancha urbana, acelerada desde los años 90, pienso que sería un enorme retroceso. Las ciudades con densificación controlada-equilibrada en su territorio, con mixtura de usos, proximidad y espacios públicos de calidad a escala humana, mixtura social y movilidad sustentable parecen ser la mejor propuesta que los urbanistas hemos encontrado.

Actualmente se debate entre los que opinan que “esto llegó para quedarse” y los que vemos que “esta es una más, y lo que vivimos es una realidad transitoria”; pero hay algo que ya es inevitable, y es que habrá cosas sobre las que necesariamente se producirán cambios.

Algunos usos y costumbres ya no serán iguales que antes, y, como decían nuestras abuelas, “no hay mal que por bien no venga, ni que dure cien años”. Todos hemos tenido suficiente tiempo para pensar qué es lo queremos para nuestro futuro: elegiremos cómo, dónde y de qué forma habitar, reformularemos la forma de movilizarnos, hasta cambiaremos seguramente nuestros hábitos de producir y consumir. Dependerá también de nuestro bolsillo la posibilidad de lograrlo.

Hay un hecho innegable entre lo que la pandemia está dejando al descubierto en sociedades como la nuestra, con grandes diferencias económico-sociales, y es que la mayor cantidad de enfermos alcanzados por esta pandemia se dan en aquellos lugares desprovistos de necesidades básicas. El problema parece ser también del territorio, la calidad del hábitat y la dotación de infraestructuras de equipamientos y servicios sanitarios.

Me temo que es tiempo de tomar decisiones para la sociedad en su conjunto. Planificar significa adelantarse y saber mirar el futuro. Planificar es futuro y lleva tiempo: si se vive asistiendo la emergencia, no hay forma de proyectar más allá de la diaria.

Mientras la demanda de muchos ciudadanos (los incluidos) pasa por mantener el statu quo –que las cosas no cambien–, y viven la transformación como una amenaza, la otra sociedad (la excluida), con necesidades insatisfechas, necesita de esa transformación como esperanza de futuro.

El desafío del cambio pospandemia va ser encontrar respuestas a necesidades de los argentinos en su conjunto, que nos lleven a una sociedad más integrada, equitativa , inclusiva, solidaria, justa e igualitaria.

Me parece que necesitamos encontrar un equilibrio ciudad-naturaleza; el futuro es urbano-natural, con ciudades eco, sistémica y ambientalmente sustentables.
¹ Arquitecto urbanista (FADU – UBA). Formación en Gestión Ambiental Metropolitana. Profesor de grado y posgrado. Fundador de Hacerlo Urbano Consultora Urbana. Subsecretario de Planeamiento CABA (2015-2019).
Fotografías: ArgentinaForestal.com, https://www.argentinaforestal.com/2020/07/27/fuego-en-pastizales-de-las-islas-del-delta-del-parana-a-pesar-de-las-multiples-denuncias-penales-por-los-incendios-frente-a-rosario-la-quema-ilegal-continuo-el-fin-de-semana/;  y GCBA, CC by 2.5, https://www.buenosaires.gob.ar/reservaecologica/ambientes.